Y ese día, el 2 de octubre de 1928, durante unos ejercicios espirituales en Madrid, y mientras repasaba algunas notas de esas inspiraciones que iba teniendo, Dios le hizo ver el Opus Dei. Desde ese día se puso a trabajar sin descanso, buscando vocaciones para sacar adelante aquella aventura divina. Rezando y haciendo rezar.
El espíritu del Opus Dei se cimenta en la filiación divina, en ese trato confiado y habitual con el Señor. Haciendo de cada momento un encuentro con Él. Con optimismo y buen humor, siendo el trabajo cotidiano verdadera oración, camino de santidad en la vida ordinaria. Sin desfallecer en la adversidad, con competencia profesional, luchando siempre, comenzando y recomenzando. “Una vez y siempre”. De esa tensión interior brota la verdadera alegría, la necesidad de hablar de Dios a los demás, amando la libertad de todos y viviendo la caridad.
Hoy el Opus Dei está presente en más de 60 países.
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